Proyecto Rosario: El español internacional de los medios de comunicaciónAlberto Gómez Font
Departamento de Español Urgente de la Agencia EFE (España)

Después de un casi perfecto dry martini en el bar del Hotel Claridge de Buenos Aires, al que siguió una exquisita cena en un elegante restaurante francés, al llegar a mi hotel se acercó un mozo para abrirme la puerta del taxi y me advirtió: «¡Cuidado con el cordón!». Miré de inmediato hacia abajo para ver cuál de mis zapatos tenía el cordón desatado y comprobé que ambos cordones lucían sendos nudos perfectamente ajustados. Vi entonces que el cinturón de seguridad de mi asiento colgaba hacia el exterior del taxi y pensé que el botones me avisaba para que no me enredara con él, pero tampoco era eso. Lo que me decía el empleado del hotel era que tuviese cuidado para no tropezarme con el cordón de la vereda, que es lo que yo conozco como el bordillo de la acera… 

Ayer, cuando almorzaba con mis colegas de esta mesa redonda, vi la cara de desconcierto que se le ponía a Raúl Ávila cuando el camarero nos ofreció una sopa de verduras procesada; Raúl me comentó en voz baja, para no molestar al camarero: «Debe de tratarse de una de esas sopas de sobre, preparadas con polvos deshidratados…». Y tampoco era eso, sino una crema de verduras triturada en un aparato que en la Argentina se conoce como procesadora, y que en otros  países hispanos es la licuadora o la batidora…

De todos los que estamos sentados hoy en esta mesa redonda, únicamente Raúl Ávila y Rubén Keoseyán llevan gafetes; los demás llevamos acreditaciones, y es que ellos dos son mexicanos y allí llaman gafete a estas cartulinas plastificadas que llevamos colgadas del cuello en las que se pueden leer nuestros nombres y nuestra procedencia.

Hace ya algunos años, en 1977, acompañé al presidente de esta mesa, mi amigo Álex Grijelmo, a comprarse un rastrillo, y si dijera esto en España, y en muchos otros países hermanos de lengua, los que me escuchasen pensarían que Álex es aficionado a la jardinería o a las labores agrícolas; pero no se trataba de eso. Estábamos en Zacatecas, invitados al primer congreso, invitados al I Congreso Internacional de la Lengua Española, y Álex había olvidado en Madrid su maquinilla de afeitar, artilugio que allí averiguamos que se llamaba rastrillo

Allí, en Zacatecas, con el patrocinio del Instituto Cervantes y con José Moreno de Alba y Humberto López como padrinos,  Álex Grijelmo y yo presentamos un proyecto, luego conocido como «Proyecto Zacatecas», en el que proponíamos la redacción de un libro de estilo común para todos los medios de comunicación hispanohablantes. Aquel proyecto se transformó dos años después en el embrión de una gran obra que ayer se presentó oficialmente aquí, en Rosario: el Diccionario panhispánico de dudas

El 8 de septiembre del 2004 recibimos, en el Departamento de Español Urgente, una consulta de una redactora del departamento de Efe Gráfica. Estaba traduciendo un pie de foto del inglés y necesitaba una palabra equivalente a la española chabola que se pudiese entender en todos los países hispanohablantes.

Esa duda al redactar en español es la que nos interesa que se repita, nos interesa que los periodistas de los grandes medios de comunicación internacionales en español, cuando estén escribiendo sus informaciones, se pregunten de vez en cuando si lo que están poniendo podrán entenderlo todos los hispanohablantes.

Busquémosle ahora mismo una respuesta a esa consulta sobre la palabra chabola:

En el Diccionario de sinónimos de la Universidad de Oviedo (España), que puede consultarse en Internet (http://tradu.scig.uniovi.es/sinon.cgi) solo aparecen dos sinónimos: casucha y chamizo.

Si miramos en el diccionario de sinónimos que está incluido en el procesador de textos Word, de Microsoft, encontraremos algunos más: choza, chamizo, cabaña, tugurio, antro, cueva, refugio, cobijo, barraca, bohío, casucha, caseta, casilla y garita. Catorce posibles sinónimos, aunque muchos de ellos no nos sirvan para nombrar exactamente lo mismo.

Es muy curioso constatar que en ninguno de los dos diccionarios consultados aparezcan las dos palabras que, seguramente, son las más usadas en español de América para nombrar a ese tipo de infraviviendas: rancho y favela. Sin embargo ambas aparecen en los mejores diccionarios de uso del español, y también en el de la Real Academia Española. En este último, si miramos la voz favela, nos indican que se usa en América y nos remiten a las definiciones de barraca y de chabola.

Si optamos por usar rancho nos encontraremos con que, tanto en España como en algunos otros países, su significado no coincide con el que necesitamos, y si utilizamos favela tendremos la duda de si ese lusismo (préstamo del portugués) es ya conocido por todos los hablantes o, al menos, por la mayoría.

En el Salvador, hay otra palabra para referirse a ese tipo de viviendas: champa, y aquí, en la Argentina, se conocen como casilla y sus agrupaciones son las villas miseria.

En esa búsqueda debemos tener también en cuenta el quehacer de los organismos internacionales, y si comenzamos por la ONU, veremos que en su United Nations Multilingual Terminology Database (UNTERM) han optado por la palabra tugurio, que también es la que utilizan en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el Banco Mundial, en la UNICEF, en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y en el macrotesauro de la OCDE… Parece que esta vez, al menos para los medios de comunicación, no nos sirve el término de los organismos internacionales, pues tugurio tiene en español significados muy marcados y muy alejados del que buscamos.

De la lista de los catorce sinónimos que nos proporciona Microsoft podemos quedarnos con uno que quizás sea el más fácil de entender por todos los hispanos: casucha, pues está formado con la raíz de casa (cas) y el sufijo diminutivo y despectivo -ucha, lo que nos lleva a pensar, aunque no usemos habitualmente esa palabra, en una casa pequeña y de baja calidad.

Y quizá lo mejor sea, como en muchos otros casos, olvidarnos de encontrar una palabra común y aceptar que lo mejor muchas veces es recurrir a una perífrasis, que aquí sería viviendas precarias.

Ese ejercicio que acabamos de hacer se repite cada día en la Agencia Efe, donde yo trabajo, y en todos los periódicos, canales de televisión y emisoras de radio, especialmente, claro está, en los servicios informativos, en los noticiarios.

Martín Felipe Yriart, que trabajó varios años como editor en la mesa del servicio español de una agencia internacional de noticias (Reuters) explica que el «español neutro» no era para ellos una abstracción o un motivo de discusión académica, sino un problema cotidiano y muy real, pues los subscriptores del servicio eran los primeros en llamarles la atención cada vez que percibían que se apartaban de ese español internacional.

También cuenta Yriart que un tiempo antes de entrar en Reuters le tocó organizar una pequeña agencia de noticias especializada en información de ciencia y tecnología y dio con una filóloga que venía estudiando el problema del lenguaje de los medios de comunicación. Instalada dentro de la redacción del diario La Nación de Buenos Aires, y observando los procedimientos de redacción y edición, ella había desarrollado los criterios de «castellano general / estilo neutro» como patrón lingüístico para un medio periodístico. Y con ese material, en lugar de teorizar, hicieron listas de formas, palabras y construcciones prohibidas, tomadas de las correcciones de estilo indicadas por los editores de turno en los textos de los redactores y circuladas en los boletines internos.

Y el sitio donde esa labor de búsqueda de un español común, neutro o internacional es más necesaria, y donde es más cotidiana, es en los Estados Unidos de América.

Al revisar los diarios en español de ese país es sorprendente constatar el nivel de corrección ortográfica. Encontrar un error de ortografía es muy difícil y en ese caso se trata de la ausencia de una tilde o el mal uso de alguna mayúscula.

Allí, en los Estados Unidos, se está gestando un nuevo español. Un idioma que no es ni de los mexicanos ni de los argentinos, cubanos o centroamericanos, sino que es de todos. Es un español que es de todos y al que podríamos llamar español internacional.

He hablado con el secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Humberto López Morales) y con el presidente de la Agencia Efe (Álex Grijelmo), para proponerles que nos pongamos de acuerdo con CNN-Atlanta, Associated Press-Nueva York y Radio Caracol-Miami y creemos un grupo de trabajo para unir nuestros esfuerzos en encauzar juntos el uso del español en los medios de comunicación hispanos internacionales.

Luego, muy rápido, habrá que ponerse de acuerdo, cómo no, con los principales periódicos estadounidenses en español, y las principales televisiones que emiten en nuestra lengua en los EE. UU., para trabajar todos juntos. Allí, en los Estados Unidos de América, ya se están dando los primeros pasos: a principios del 2004 se publicó un manual de estilo para todos los periodistas hispanos que trabajan en ese país, es el Manual de Estilo de la National Association of Hispanic Journalists (NAHJ), patrocinado por  el grupo de diarios Knight Ridder y con el apoyo del canal de televisión CNN en español.

En España ya ha comenzado a funcionar una pequeña, pero no por ello menos importante, red de comunicación, por medio del correo electrónico, en la que estamos en permanente comunicación los responsables de los libros de estilo de los diarios La Vanguardia y El periódico (de Barcelona), La Voz de Galicia (de La Coruña), el grupo de diarios Vocento (antes Grupo Correo) y la Agencia Efe. Los cinco miembros del grupo nos consultamos y debatimos las decisiones que implican innovaciones o cambios en el uso de determinados términos en nuestros respectivos medios de comunicación.

Y hay que trabajar juntos porque el problema no está en encontrar o no ese español internacional, sino en cómo se busca; qué sistema se emplea y qué criterios se aplican en esa búsqueda. Y cuando lo que estemos buscando no exista, no habrá más remedio que inventarlo, pero siempre con un acuerdo general, para evitar la dispersión. En muchas ocasiones es complicado o imposible encontrar una palabra que entiendan todos los hispanohablantes y que contenga todos los matices que encierran cada una de las empleadas en distintos países; pero de lo que se trata es de encontrar una expresión que permita, a los medios de comunicación, informar a todos de una sola vez. El resultado no será una lengua natural, pero sí una lengua que nos permitirá cumplir nuestros objetivos: informar a un amplio mundo de hispanohablantes.

Y ya hay ejemplos de que esa búsqueda está funcionando, de que ese nuevo español está en marcha, como puede comprobarse tomando como referencia el diario de Miami El Nuevo Herald: Las distintas nacionalidades de los lectores de ese periódico, todos hispanohablantes, originarios de Colombia, Cuba, Nicaragua, Puerto Rico, Ecuador, Guatemala, Venezuela, unidos todos por un sentimiento común, el de la hispanidad, que se da también entre los redactores de El Nuevo Herald. De la lectura detenida de ese periódico podemos deducir y comprobar que el español en el que están redactadas las informaciones podría calificarse como «español internacional» entendido éste como español de ningún sitio y de todos al mismo tiempo, como el español que se utiliza, desde hace ya bastante tiempo, en cualquier tipo de comunicación internacional entre los países hispanohablantes.

Y eso mismo ocurre con el diario La Opinión, de Los Ángeles, y con el diario Hoy, que tiene ediciones en Nueva York, Chicago, Los Ángeles y muy pronto tendrá una en Miami. Es un diario en español de ámbito nacional, para todo el territorio de los EE. UU., y al mismo tiempo tiene vocación internacional, pues sus lectores son de todos los países hispanos.

Está claro que en los Estados Unidos es donde más laboratorios ha habido y sigue habiendo, en los que se crea a diario ese nuevo español, ese español válido para todos los hispanohablantes, para todos los medios de comunicación que se escriben o se transmiten en nuestra lengua.

Una pregunta: ¿cabe la posibilidad de que los nuevos libros de estilo, de que esos acuerdos posibles y necesarios, nos lleven en poco tiempo a crear un español internacional para los medios de comunicación?

Lo cierto, a mi parecer, es que ese español ya existe, y no es nuevo, lleva mucho tiempo existiendo, aunque ahora hablemos más de él y su realidad sea cada vez más visible gracias a la velocidad con la que nos comunicamos, a la velocidad con la que intercambiamos formas de llamar a las cosas y a la velocidad con la que las hacemos propias. La revolución que hemos vivido en las comunicaciones, especialmente en Internet y en la televisión, ha permitido que el mundo hispanohablante se acerque cada vez más. Poco a poco nuestros oídos se han ido acostumbrando a palabras y expresiones que hasta hace muy poco tiempo eran extrañas para nosotros. Así, para los medios de comunicación internacionales en español, cada vez hay menos palabras que «traducir» del español local al español internacional.

Y si ese español existe en algún sitio es en los Estados Unidos, pues es el país donde se juntan todas los modalidades locales, se funden, y junto con ellas van añadiéndose innovaciones tomadas del inglés que no tienen por qué ser negativas. No hay que hacer caso de los pesimistas que auguran un futuro horrible para la lengua española en los Estados Unidos; todo lo contrario: hay que confiar en la importantísima labor de los medios de comunicación hispanos, cada día más conscientes de su papel como guías del buen uso de nuestra lengua.

La traductora española Lucía Rodríguez, en las conclusiones de su trabajo sobre el español neutro, afirma que en los medios de comunicación tiende a usarse un español exento de regionalismos, en ocasiones de manera consciente. Y añade que aunque es cierto que muchos locutores (sobre todo periodistas) no cuidan en exceso la lengua, sí se usa, por lo general, un español que se sujeta a la norma académica. El español que se difunde en los medios es homogéneo internacionalmente, y esto, unido a la gran influencia que éstos tienen sobre la población, ayuda a unificar el español en el mundo. Todo esto demuestra, dice Lucía Rodríguez, que hablar del español internacional no es algo abstracto, como en principio pueda parecer, sino que tiene aplicaciones prácticas, incluso comerciales.

En Zacatecas, hace siete años, presentamos el proyecto que luego se convertiría en el Diccionario panhispánico de dudas y que ha arribado felizmente a puerto aquí en los viejos muelles de Rosario. Y también aquí, en Rosario, yo propongo que arranque un nuevo proyecto, y les invito a todos a sumarse a él: trabajemos juntos, todos los responsables de los libros de estilo de los medios de comunicación hispanohablantes, colaboremos con la Asociación de Academias de la Lengua Española y con el Instituto Cervantes, con los organismos y las instituciones que se dedican al estudio del español, y con los investigadores sobre el léxico propio de la norma culta en las distintas capitales hispanas; trabajemos todos juntos, como pares, y guiemos el proceso de nacimiento y de crecimiento de ese español internacional.

Es otra propuesta, es otro proyecto, más reducido que el anterior, pero que tendremos que ir ampliando y espero que llegue a tan buen puerto como llegó el de Zacatecas, tomando en esta ocasión el viejo muelle de Rosario como escenario para que zarpe nuestro barco.