El País Valenciano, con poco más de 23 000 km2, ocupa el 4,60 % de la superficie total de España; situado al Este de la península, junto al Mediterráneo, limita al norte con Cataluña y Aragón, al Oeste con Aragón y Castilla-La Mancha y al Sur con la Región de Murcia.
En 1982, con la aprobación de su Estatuto de Autonomía por las Cortes Españolas, se recuperó la histórica Generalidad Valenciana, abolida a comienzos del siglo xviii, y se instituyeron las Cortes Valencianas como órgano legislativo y el Consell y su presidente como órganos ejecutivos.
Su denominación oficial, resultado de un compromiso político, es el de Comunidad Valenciana, que tiene transferidas las máximas competencias de gobierno desde la Administración central del Estado. El territorio actual coincide en su mayor parte con el del histórico Reino de Valencia, en el siglo xiii a raíz de la conquista catalanaaragonesa y su posterior repoblación, fruto de la cual existe un área histórica de predominio lingüístico valenciano, más extensa y poblada, y otra de predominio lingüístico castellano, más reducida y también menos habitada, situada en el interior.
En el artículo 7 del Estatuto de Autonomía determina que:
La ley a la que se refieren los dos últimos puntos de este artículo es la de «Uso y Enseñanza del valenciano», aprobada por las Cortes Valencianas en 1983, mediante la cual se trató de superar la relación de desigualdad existente entre las dos lenguas oficiales de la comunidad autónoma.
Se dispusieron para ello las medidas pertinentes para impulsar el uso del valenciano en todos los ámbitos de nuestra sociedad, en especial en la administración, así como su enseñanza como vehículo de recuperación. Mediante esa ley se trataba de lograr, a través de la promoción del valenciano, su equiparación efectiva con el castellano y garantizar el uso normal y oficial de ambos idiomas en condiciones de igualdad, desterrando cualquier forma de discriminación lingüística. (1983: Preámbulo de la ley, IV).
En el siglo xv Valencia fue la ciudad hegemónica de la Corona de Aragón, y resulta lógico que la gran mayoría de los autores de este periodo áureo de nuestras letras fueran valencianos. No puede extrañarnos que los escritores de Valencia, satisfechos del nombre de su ciudad y Reino, se complacieran en denominar «lengua valenciana» a su idioma. En el Renacimiento, y más aún con el predominio del humanismo, la lengua de cultura fue el latín, por cuyo motivo las lenguas románicas fueron consideradas «vulgares», lo que explica la diversidad de nombres de una lengua que, como la nuestra, era hablada en diversos estados, unidos de derecho por la persona del monarca, pero donde cada uno de ellos gozaba de plena autonomía. Muy diferente fue el caso de la Corona de Castilla, donde no se planteó ese problema puesto que, de hecho, allí no hubo reinos autónomos. (1978: Informe sobre la lengua del País Valencia, Universitat de Valencia, Facultat de Filologia).
Aunque su origen se sitúa en tierras de Cataluña, hay que tener en cuenta que el valenciano tiene una entidad bien definida en el conjunto de la lengua catalano valenciana. Esa circunstancia se da por el hecho de que se han producido desarrollos lingüísticos peculiares en los diversos territorios que conforman el actual ámbito geográfico de dicha lengua, que desde épocas remotas se ha manifestado constituida por dos grandes bloques, el occidental, donde se incluye el valenciano, y el oriental. (2002: IIFV Guía d'usos linguistics).
Hasta que las Cortes Valencianas aprobaron el 16 de septiembre de 1998 la Ley de Creación de la Academia Valenciana de la Lengua, la legislación valenciana no había definido la instancia que debía actuar como autoridad lingüística del valenciano.
Así pues, la Academia Valenciana de la Lengua es una institución de carácter público de la Generalidad Valenciana que, adscrita a su presidencia, goza de personalidad jurídica propia y ejerce sus funciones con autonomía orgánica, funcional y presupuestaria. Consta de veintiún académicos que fueron elegidos por las Cortes Valencianas el 15 de junio de 2001 para un periodo de quince años, renovándose por cooptación a partir de entonces por tercios durante cada lustro.
En el articulo 3 de la Ley 7/1998 se dice que «La Academia Valenciana de la Lengua es la institución que tiene por función determinar y elaborar, en su caso, la normativa lingüística del idioma valenciano. Así como, velar por el valenciano partiendo de la tradición lexicográfica, literaria, y la realidad lingüística genuina valenciana, y de la normativización consolidada a partir de las llamadas Normas de Castellón».
En el articulo 5: «Las decisiones de la AVL, en el ejercicio de sus funciones, deberán ser observadas por todos las Instituciones de la Generalidad, por los poderes públicos, por el resto de Administraciones Publicas, el sistema educativo, y los medios de comunicación, las entidades, los organismos y empresas, de titularidad pública o que cuenten con financiación publica».
Las competencias de la institución se recogen en el articulo 7, entre las cuales leemos: «(a) Determinar la normativa oficial del valenciano en todos sus aspectos. (d) Velar por el use normal del valenciano y defender su denominación y entidad. (e) Informar sobre la adecuación a la normativa lingüística de la AVL de los textos producidos por las Instituciones Publicas o que requieran la aprobación oficial, así como de la producción audiovisual de la Comunidad Valenciana».
Tal como ha reconocido la Academia Valenciana de la Lengua en los dos acuerdos normativos que aprobó en 2002, el valenciano actual coincide oficialmente en toda su normativa con el resto del sistema lingüístico del que forma parte, puesto que ha adoptado las Normas de Castellón (aprobadas en 1932) y la subsiguiente normativa consolidada, si bien deben ser aceptadas como de use común sus particularidades, del mismo modo que se debería proceder en cualquier lengua que respete la diversidad sin que por ello se cuestione su unidad.
Sobre el nombre, la naturaleza y la codificación del valenciano, leemos en el preámbulo de la Ley de Creación de la Academia Valenciana de la Lengua:
Nuestro Estatuto de autonomía denomina «valenciano» a la lengua propia de los valencianos, y por lo tanto este término debe de ser utilizado en el marco institucional sin que tenga carácter excluyente. La mencionada denominación «valenciano», y también las denominaciones «lengua propia de los valencianos» o «idioma valenciano», u otras, avaladas por la tradición histórica valenciana, el use popular o la legalidad vigente, no son ni deben ser objeto de cuestionamiento o polémica. Todas sirven para designar a nuestra lengua propia, que comparte la condición de idioma oficial con el castellano.
Y se añade el circunloquio siguiente: «El valenciano, idioma histórico y propio de la Comunidad Valenciana, forma parte del sistema lingüístico que los correspondientes Estatutos de autonomía de los territorios hispánicos de la antigua Corona de Aragón, reconocen como lengua propia». (1988: Ley de Creación de la Academia Valenciana de la Lengua).
Esta perífrasis no significa sino que el valenciano comparte el mismo sistema lingüístico, en España, que el que configura la lengua propia de Cataluña, la de las Islas Baleares y la de la franja de poniente de Aragón. Y en el exterior, con el de la lengua de la región francesa del Rosellón, la del principado de Andorra y la de la ciudad de Alguer, en Cerdeña, donde se le llama catalán, denominación que se ha convertido también en la oficial de las licenciaturas correspondiente de las universidades valencianas con estudios de filología, lo que no obsta para que su departamento ínter universitario se denomine «de filología valenciana».
A partir del siglo xvi, y hasta bien entrado el xix, el use literario del valenciano fue cuantitativamente y cualitativamente menor, en relación con el esplendor del siglo xv. A principios del siglo xviii, tras el triunfo de Felipe V en la guerra de sucesión a la Corona de España, se produjo un cambio radical en la convivencia de los reinos peninsulares. Los gobernantes de la nueva dinastía borbónica pretendieron modernizar el Estado suprimiendo las diferencias políticas, culturales y lingüísticas de los países que lo conformaban, y unificarlo a partir del modelo castellano.
En consecuencia, desapareció la Corona de Aragón y los países que la formaban, se abolieron los fueros y otras instituciones propias y se inició un período de persecución política de la lengua autóctona del extinguido Reino de Valencia.
En esa época (mientras se construían los modernos estados europeos sobre la base de las respectivas), en nuestro caso se inició la castellanización progresiva de la sociedad valenciana. A partir del siglo xvi, en concreto tras la guerra, las capas sociales altas (sectores de la nobleza, la iglesia y la burguesía enriquecida) fueron las primeras en adoptar el castellano, primero en su actividad pública y a continuación como lengua familiar.
A pesar de la pérdida de prestigio social, cultural y político, el valenciano continuó siendo la lengua de relación habitual e incluso la lengua de uso publico.
Como consecuencia de esta situación se produjo la pérdida en algunos ámbitos del uso del valenciano que, afectados por el proceso de sustitución, pasaron a vehicularse en castellano. Tales fueron, sobre todo, la literatura culta (debido a la capacidad productiva de la imprenta en Valencia en castellano, así como a la formación de la Academia de los Nocturnos (1591-1594) y al prestigio del Siglo de Oro de las letras castellanas). También se castellanizó el ámbito oficial y administrativo, aunque hasta el Decreto de Nueva Planta a comienzos del s. xviii (1716) la castellanización no fue absoluta. Del mismo modo, la predicación en castellano comenzó a ser habitual en el s. xvi.
En cambio, hubo ámbitos resistentes a la castellanización, generalmente de carácter no formal, como la lengua coloquial, las manifestaciones de literatura popular y el ya citado ámbito oficial y administrativo.
Escritores valencianos en castellano, así pues, desde la época de la corte de los Duques de Calabria (la virreina Germana de Foix y su marido, el napolitano Fernando de Aragón: 1523-1550) hasta nuestros días, ha habido numerosos; son escritores valencianos que han optado por el castellano como lengua de expresión literaria, formando así parte de la literatura española.
En un breve repaso cronológico de los escritores valencianos más importantes en castellano, cabe citar: el dramaturgo Guillén de Castro, adalid de la escuela dramática valenciana en lengua castellana del siglo xvii (Las mocedades del Cid, Los mal casados de Valencia); Juan Timoneda (1518-1583; Flor de enamorados,1562; El Patrañuelo, 1567); Gaspar Gil Polo (Valencia, 1544?-1585; Diana enamorada, 1564); los poetas épicos Jeroni Sentpere (La Carolea, 1560) y Cristóbal de Virués (1560-1614; El Monserrate, 1587, Obras trágicas y líricas, 1609). Gaspar Aguiar (1561-1623; Rimas humanas y divinas, 1623), el escritor neoclásico Pedro Montengón (Alicante, 1745-Nápoles, 1824; Eusebio, 1788), el novelista cervantino Vicente Martines Colomer (1762-1820; Los trabajos de Narciso y Filomela), los calderonianos Alejandro Arboleda y José Vicente Orti. Y, en fin, los ilustrados Gregorio Mayans, los hermanos Jaime y Lorenzo Villanueva (Viaje literario a las iglesias de España) y a Antonio Pons, (Viaje de España) así como al poeta romántico Juan Arolas (Poesías caballerescas y orientales, 1840), a los novelistas Estanislao de Kotska Vayo (Voyleano o la exaltación de las pasiones, La conquista de Valencia por el Cid, 1831), Vicente Boix (El encubierto de Valencia, 1852), Venceslao Ayguals de lzco (María o la hija de un jornalero, 1846), Rafael Pérez Escrig (El cura de Aldea, 1861), Félix Pizcueta (Gabriela, 1879) y Juan Bautista Perales (Las germanías de Valencia, 1886). Y ya en el siglo xx, destacamos entre otros muchos a Azorín, Gabriel Miró, Vicente Blasco Ibáñez, Manuel Ciges Aparicio, Carlos Arniches, Miguel Hernández, Juan Gil-Albert, Max Aub, Vicente Gaos, Francisco Brines, Cesar Simón, José Sanchis Sinisterra o Vicente Muñoz Puelles. Nuestra aportación a la literatura española, pues, ha sido indiscutiblemente significativa en el transcurso de los últimos quinientos años.
Si, de acuerdo con cualquier tipo de necesidad, el aprendizaje y el use de más de una lengua por parte de los individuos es un hecho positivo y conveniente, el contacto entre dos lenguas no se suele producir en una situación de equilibrio.
Como sabemos, el bilingüismo (Uriel Weinreich, Languages in contact, 1953) puede ser de carácter individual (cuando una persona capaz de usar dos idiomas), social (cuando en una determinada unidad territorial aparecen conjuntos de individuos que usan dos idiomas: el suyo propio y otro, que en realidad es propio de otro grupo) y territorial (cuando en un espacio geográfico hay dos zonas bien definidas limitadas geográficamente). Por tanto, el use de dos lenguas por un mismo individuo supone la existencia no de una comunidad bilingüe, sino de dos comunidades lingüísticas diferentes.
El bilingüismo tiene un carácter unidireccional, ya que los hablantes de la lengua dominada han aprendido y usan también la lengua dominante, en tanto que los hablantes de la lengua dominante pueden continuar usando exclusivamente la suya. Son bilingües, pues, únicamente los usuarios de la lengua subordinada, mientras que los de la lengua más poderosa no dejan de ser monolingües.
Generalmente, en casos de competencia entre lenguas, los defensores del bilingüismo ni lo son ni ejercen como tales. El bilingüismo no es una situación de estabilidad ni de equilibrio entre dos lenguas que compiten por ocupar unos ámbitos, generalmente sociales, sino que más bien tiene un carácter sustitutorio de la lengua más débil por la más fuerte. En realidad, es un proceso de glotofagia que no soluciona el conflicto lingüístico sino que lo perpetúa.
El concepto de diglosia (Charles Ferguson, «Word», 1959) sirvió para explicar situaciones de cambio de lengua por parte de los usuarios que relegan la propia a situaciones domésticas, familiares e informales, y optan por otra para el resto de comunicaciones formales, sociales o consideradas como culturales (adaptaciones locales de este concepto: Francesc Vallverdu, 1968: L’escriptor catalá i el problema de la llengua: Dues llengiies: dues funcions?, 970 y en 1973: El fet linguistic com a fet social. Véase también Rafael Ll. Ninyoles: Conficte linguistic valenciá, 1969).
La subsistencia o la desaparición de una lengua no dependen de sus características estructurales (ni de su número de hablantes), sino de la integridad de las funciones que es capaz de llevar a cabo la vitalidad de cualquier lengua depende del conjunto de ámbitos en que se usa efectivamente.
El proceso de sustitución de una lengua por otra se da cuando en el ámbito familiar los padres deciden hablar con sus hijos la lengua dominante (sustitución familiar generacional), por intrusión (grupos de hablantes abandonan su lengua porque perciben el proceso de sustitución y adoptan la dominante en sus relaciones, que acaban transmitiendo a sus hijos), o bien por simple adaptación (en lugar de la suya, grupos de hablantes de la lengua en proceso de sustitución se adaptan a la de sus interlocutores, que también acaban por transmitir a sus hijos). (Xavier Lamuela).
El proceso psicológico de sustitución lingüística consiste en el hecho de que, en las situaciones de minorización lingüística, la gran mayoría de los hablantes tiende, debido a la presión social, a formar parte de la mayoría dominante, en lugar de permanecer en el seno del grupo que perciben como minoritario. El hablante de una lengua subordinada se asimila de ese modo a la lengua que considera más fuerte precisamente con la intención de movilizarse socialmente.
En la mayor parte de ámbitos se prefiere el castellano: Los medios de comunicación escrita (prensa, revistas, boletines de información locales); los de comunicación oral, (radio, aunque en las emisoras más locales se utiliza también el valenciano; la única emisora de radio pública utiliza solo el valenciano); los audiovisuales (la televisión pública valenciana utiliza las dos lenguas; las emisoras locales suelen utilizar también el valenciano; los anuncios de televisión son en castellano; las películas de las salas de cine también están dobladas solamente al castellano). También es la lengua de los oficios religiosos, así como la de los procesos judiciales, la habitual de los discursos de los políticos, así como la de las sesiones del parlamento regional, la más utilizada por los funcionarios públicos, la de los formularios e impresos, las notarías, registros de la propiedad, las clases de las universidades, el etiquetado de productos, las rotulaciones y señalizaciones comerciales, las preguntas del personal operador telefónico, anuncios públicos, cartas de restaurantes, etc.
La realidad es que, aun para los valenciano hablantes que practican el monolingüismo, resulta imposible no convivir constantemente con el castellano.
Ante las opciones favorecedoras de situaciones de monolingüismo, fundamentalmente en castellano y muy excepcionalmente en valenciano, posiblemente el reto más difícil, porque debe integrar cualquiera de las dos lenguas oficiales de la Comunidad Valenciana con el derecho y la obligación colectiva de promocionar el valenciano oral.
Si bien se debe evitar la confrontación entre una y otra lengua, es preciso ofrecer una respuesta positiva a los procesos de sustitución lingüística que arrojan al valenciano a la desaparición, y plantear propuestas de recuperación de la lengua histórica del país, que es el signo de identidad fundamental de nuestro patrimonio cultural. De hecho, los programas educativos que contemplan el valenciano como lengua vehicular en la enseñanza son los únicos que han demostrado que son inútiles para conseguir un aprendizaje efectivo de las dos lenguas oficiales. Del mismo modo, es necesario llevar a cabo una política decidida de fomento del use del valenciano en todos los ámbitos de comunicación con el fin de evitar que se convierta en un idioma relegado a posiciones secundarias que acaben con su desaparición progresiva.
A pesar de las acciones que se llevan a cabo para que los no valenciano hablantes puedan acceder al conocimiento del valenciano, tanto en el ámbito escolar como en cursos de lengua y de cultura para la población adulta, la mayoría de inmigrantes actuales, como ya ocurrió en los años sesenta y setenta, se integran lingüísticamente en el castellano, entre otras razones porque el valenciano es un idioma minorizado que, en las condiciones actuales, compite con enorme desigualdad con el español.
El principio de igualdad se debe contemplar aquí en la justa medida que supone situarlo al lado del principio de compensación de desigualdades. Esto es, hay que contribuir a la recuperación del elemento que más lo necesita.
El proyecto de recuperación debe consistir en intensificar las vías adecuadas para que la presencia del valenciano aumente, dado que el otro idioma oficial, el castellano, no presenta ningún problema de supervivencia, y su use y vitalidad no corre peligro de retroceso.
En la actualidad la Comunidad Valenciana tiene 4,5 millones de habitantes agrupados en 541 municipios, lo que supone cerca del 10 % de la población española. No obstante, este crecimiento no ha sido uniforme, y las diferencias entre comarcas son muy acusadas. Las zonas costeras son las que han experimentado el mayor impulso demográfico, mientras que las del interior permanecen estancadas o en retroceso. La densidad media es de 192 hab./km2; en el litoral oscila entre los 150 y los 350 hab./km2, aunque en las tres capitales de provincial sobrepasan los 1000 hab./km2.).
El crecimiento demográfico registrado en la Comunidad Valenciana es consecuencia exclusiva de la inmigración. De no haberse dado, se habría registrado un descenso poblacional significativo, que en el periodo 2002-2003 habría supuesto una caída de 47 043 personas.
El importante crecimiento demográfico que se dio en la sociedad valenciana en el periodo de 1960 a 1975, en el que se pasó de 2,5 millones de habitantes a 3,5 millones, se debió sobre todo a un aluvión de personas castellanohablantes. Las principales fuentes de esta inmigración fueron Castilla-La Mancha (275 576 personas), Andalucía (223 256 personas), Murcia (73 166 personas) y Aragón (49 779 personas); en consecuencia, el castellano es hoy una lengua muy extendida, cuando no preponderante, en aquellas ciudades y barrios en las que la presencia de esa inmigración castellano hablante fue tan poderosa e intensa que no llegó a asimilarse al valenciano.
Desde mediados de los años ochenta, con el ingreso de España en la Unión Europea, el flujo de inmigrantes extranjeros ha experimentado un crecimiento progresivo. Desde esa época se ha incrementado la inmigración procedente de América Latina y África. A partir de la segunda mitad de los años noventa, como consecuencia de los cambios políticos en los países del Este de Europa, se inició también la afluencia de ciudadanos de dicha zona.
En la actualidad la Comunidad Valenciana es la tercera en numero de inmigrantes, junto con Madrid y Cataluña, si bien el crecimiento de la población extranjera en el País Valenciano es el más importante. En el periodo 2002-2003 el aumento ha sido del 56 %, representando cerca de 300 000 extranjeros. La bolsa de inmigrantes sin papeles en la Comunidad Valenciana no para de crecer, ascendiendo a 233 749 personas, colocando a esta Comunidad como la primera en número de irregulares de toda España. En el último año esta bolsa se ha incrementado en 78 643 inmigrantes.
En la Comunidad Valenciana se ubican en torno al 16 % del total de residentes extranjeros en España, lo que provoca serias disfunciones en campos como el de la escolarización, donde los problemas de integración de los alumnos inmigrantes son varios, principalmente la escasa escolarización anterior, la incompetencia lingüística, la desorientación cultural, los conflictos religiosos, las condiciones de vida, la falta de material adecuado de use propio, etc. Según datos del área de inmigración de la Oficina de Acogida al Alumno Inmigrante, en el curso 2004/2005 el numero de alumnos inmigrantes escolarizados en el sistema educativo valenciano asciende a 56 289, siendo la red publica la que soporta el mayor peso.
Tenemos datos de 2004 (Encuesta AVL) sobre el conocimiento y el use del valenciano, de lo que se desprende que:
1. La población nacida fuera de la Comunidad Valenciana (y fuera de Cataluña o Baleares) hace un use exclusivo o prioritario del castellano en proporciones superiores al 80 % en todos los ámbitos. El máximo uso indistinto de valenciano y castellano de esta fracción de la población se registra con los amigos, con los compañeros de estudios y en las relaciones de trabajo (8 %).
2. Por otra parte, el 94 % de la población que usa exclusivamente o preferentemente el valenciano en las relaciones de amistad ha nacido en la zona valenciano hablante de la Comunidad Valenciana (y en Cataluña o Baleares), así como el 82 % de los entrevistados que manifiestan hacer use indistintamente de ambas lenguas.
En cambio, la mitad de la población que declara utilizar solamente o preferentemente el castellano en este ámbito de relación ha nacido en la zona castellano hablante de la Comunidad Valenciana, en el resto de España o en el extranjero. Solo un 7 % de los residentes más de 30 años en la Comunidad Valenciana habla siempre o preferentemente en valenciano con los amigos.
El reto que tenemos consiste en la necesidad de conjugar las diferentes culturas de personas procedentes de varios lugares y, lo que es más importante, hacerlo desde una posición respetuosa y al mismo tiempo convincente. Una política lingüística moderna debe efectuar una planificación adecuada, situándose en la realidad plurilingüe del momento.