Puerto Rico (PR) ha sido nombrada «la nación en vaivén», «The nation on the move» es el título de Duany, 2002, y eso obedece a sus condiciones demográficas. De los 7 214 789 de personas que se nombran puertorriqueños, 3 406 179, es decir 47,21 %, reside en Estados Unidos, llegaron allí en busca de mejores condiciones de vida. Debido a que tienen la ciudadanía estadounidense desde 1917, pueden moverse libremente a EE. UU.
Esta diáspora a los EE. UU. se ha llamado «la migración circular» porque hay un constante ir y venir desde y hacia PR. A partir 1945, motivadas por las altas tasas de desempleo de la Isla, se producen las migraciones más significativas en términos cuantitativos. En 1965 son ya más de medio millón los puertorriqueños en Nueva York. Según los datos de la Junta de Planificación aproximadamente 60 000 (59 053) dejan el país cada año y más de 20 000 regresan. Hoy son ya casi medio millón los que viven en la nueva zona preferida, Florida, y muchos de ellos son profesionales.
Desde 1902 PR tiene dos lengua oficiales, aunque el bilingüismo de los puertorriqueños que viven en la isla es limitado. Aproximadamente un 23 % dice que habla bien el inglés y un porcentaje similar que lo hace con dificultades (Censo 1990 y estudios posteriores). Pero eso no impide que el intercambio demográfico, ideológico y cultural entre EE. UU. y PR sea continuo y que en determinadas esferas de la sociedad el nivel de bilingüismo sea alto (los puestos administrativos gerenciales y muchos profesionales, por un lado, y, por otro, en el extremo opuesto, los grupos de neorriqueños que se integran temporal o definitivamente al país). El español encuentra la mayor privación especialmente en los registros administrativos formales de la lengua escrita.
La situación política del país ha obligado a los puertorriqueños a hacer muchas concesiones. Después de la contienda con el Gobierno norteamericano para que se estableciera la enseñanza en español en el sistema público del país, logrado en 1949, tuvo que hacer ciertos ajustes ideológicos para que recayera en los valores compartidos de la lengua, la historia, las tradiciones, etc., su identidad como pueblo, no en el concepto de estado soberano. Nació así el nacionalismo cultural, del que Muñoz Marín, con la creación del Estado Libre Asociado en 1951, fue el artífice.
Ahora se presenta un nuevo escollo, aunque el discurso nacionalista ha excluido siempre a la diáspora de su concepción de nación, precisamente por representar un idioma diferente, esa interpretación está cuestionándose hoy por algunos intelectuales puertorriqueños de EE. UU. y de PR. Se habla del mantenimiento de la identidad por encima de fronteras geográficas y lingüísticas. Se proclama que la lengua es una parte importante de la cultura, pero no es fundamental para que la cultura sobreviva y que el diálogo entre isleños y continentales no necesariamente debe hacerse sólo en español.
El pueblo de Puerto Rico y muchos de sus intelectuales han defendido siempre a ultranza su lengua materna. El español es un valor no negociable para el pueblo, no en balde recibió el premio Príncipe de Asturias en 1996, por ello los intelectuales se enfrentan hoy con gran preocupación al dilema que representa la intelectualidad puertorriqueña de la diáspora. Muchas cosas habría que tener en cuenta, además del idioma, la más importante.
Una de ellas sería considerar si la cultura de la diáspora es la misma de la isla. Sobre ello hay opiniones encontradas. La literatura neorriqueña, en general, parece proyectarse de un modo diferente a la de la Isla, los temas y el discurso de sus creadores siguen el modelo de las minorías étnicas, modelo desarrollado por los escritores afroamericanos y chicanos, éstos proveen su propia perspectiva cultural. Además, hoy, que hay mayor diversidad de pueblos latinos conviviendo en los mismos espacios, hoy que los puertorriqueños de Nueva York se alinean con dominicanos, chicanos, salvadoreños, etc. y los de Florida con los cubanos, se está produciendo un panhispanismo generalizado que podría diluir las fronteras étnicas. El latino en EE. UU. parece dirigirse hacia una identidad colectiva en la que el rasgo predominante es el de defensa frente a lo estadounidense y afianzamiento de lo latino en general.
Estas características se han explicado recurriendo a las consabidas motivaciones de identidad nacional, que en los EE. UU. presenta su propia idiosincrasia. Los latinos defienden sus lazos nacionales pero, a su vez, presentan una realidad diferente a la de su país de origen del que se han ido debilitando los vínculos originales (Zentella 2003). Una de las manifestaciones de esa compleja identidad, es, precisamente, el idioma, con la gran cantidad de publicaciones en inglés o en code switching inglés/español, modalidad que usan, no siempre por necesidad —muchos de ellos son bilingües—, sino como estandarte de esa nueva identidad. Ese uso del inglés o code switching como estandarte los separa de un uso más neutral del idioma. En ellos el idioma es parte del contenido, con lo cual cambia de principio su posición ante la obra creativa.
Además de este sector laboral, determinadas profesiones se ven afectadas directamente por el bilingüismo oficial. Se trata, por ejemplo, de que los exámenes de reválida de algunas profesiones vienen directamente de Estados Unidos o se hacen en inglés en Puerto Rico (por ejemplo, los de arquitectos, ingenieros y contables; los médicos los tienen en ambas lenguas) (22). Estas circunstancias favorecieron que la ley que eliminaba el inglés como idioma oficial, que estuvo vigente de abril de 1991 a febrero de 1993, produjera, además de la necesidad de exenciones a favor del inglés, reacciones en contra por parte de determinados grupos profesionales. Los ingenieros y contadores públicos, por ejemplo, se quejaron de que al eliminar los exámenes en inglés se les cerraban las oportunidades de empleo en los Estados Unidos (23). No hay que olvidar que en Puerto Rico consiguen empleados varias dependencias oficiales del Gobierno de EE. UU. Anualmente llegan a las distintas universidades de la isla agencias gubernamentales estadounidenses para dar seminarios sobre las ofertas de trabajo para los graduados de las distintas universidades del país (24).
Estas circunstancias se completan con los siguientes hechos: