Joan Martí i Castell

Aproximación a la lengua catalana Joan Martí i Castell
Presidente de la Sección Filológica del Institut d’Estudis Catalans

En primer lugar, quiero expresar mi agradecimiento a la Real Academia Española, al Instituto Cervantes y a la organización de este Congreso por haber sido invitado a la presentación de la lengua catalana. Es para mí un honor.

El catalán es una lengua románica cuyos primeros testimonios se remontan a los siglos viii y xix, y que se consolida en el siglo xv, después de su expansión por el Mediterráneo, a través de la cual se establece en el País Valenciano, en las Islas Baleares y en Alguer (Italia).

El número de hablantes, en todo ese territorio más el Estado independiente de Andorra, donde es la única lengua oficial, gira alrededor de los 10 millones. Hoy se habla en cuatro estados distintos: el francés (rosellonés), el italiano (Alguer), el de Andorra y el español (Cataluña, Baleares, País Valenciano y Aragón).

A pesar de que la codificación del catalán no pudo realizarse cuando se llevó a cabo en las otras lenguas hermanas, cuenta desde el siglo xv con un modelo referencial, unitario y cohesionador, que se elabora en la corte real, a través de una producción literaria, de pensamiento y científica muy destacable. En nuestro siglo de oro no hay, sin embargo, todavía una gramática y un diccionario normativos; son los escritores quienes marcan las pautas de uso.

En el siglo xix, por la creciente demanda de obra escrita, sobre todo por parte de una burguesía culta y hegemónica, se dibuja el proceso decisivo de normativización, que culminará en los primeros años del siglo xx.

En 1911 se crea la Sección Filológica del Institut d'Estudis Catalans, que es la Academia de la Lengua Catalana. Y, desde su seno, se procede a una codificación basada en el criterio composicional, no unitarista, fácil de aplicar en una lengua cuya variación diatópica es posiblemente la menos acentuada entre las lenguas románicas.

Al margen de las vicisitudes históricas, el catalán nunca ha dejado de sentirse por el colectivo al que aglutina como una lengua histórica de cultura, que convive, si se quiere competitivamente, con las otras lenguas de España, Francia e Italia; en el Estado español en especial, claro está, con el castellano, que es la oficial y dominante de todo su conjunto, pero con quien comparte ese carácter de oficialidad en Cataluña, Baleares y País Valenciano.

Lo que puede ser de mayor interés en esta sede es destacar la labor de la Academia de la Lengua Catalana.

Ya a principios del siglo xx, poco después de ser creada, aprueba la gramàtica (1912) y el diccionario general (1932), aceptados como normativos por toda la comunidad catalanoparlante, incluso por el Estado independiente de Andorra. No nacen de la nada, sino que parten de una larga tradición gramatical y lexicográfica de gran envergadura. El número de gramáticas y diccionarios editados antes de lo que será la obra normativa vigente es muy considerable.

Ello supone que, en los ámbitos de mayor uso: escuela, medios de comunicación, Administración pública, el catalán se utiliza disciplinadamente de acuerdo con una preceptiva que, como he dicho, se ha basado, y se basa hoy mayormente, en el respeto a la variación geográfica. Tanto en la gramática de la Academia de la Lengua Catalana como en su diccionario se incluyen progresivamente una cantidad notabilísima de variantes dialectales de todo el territorio. Hecho el estudio comparativo, pocas lenguas históricas han sido o son tan abiertas como el catalán en ese sentido.

Estatutariamente, la Sección Filológica debe contar y cuenta con una amplia representación de miembros de todo el territorio lingüístico que comparte el catalán.

Contar con una referencia normativa unitaria y aceptada facilita una producción editorial en catalán francamente destacable.

El mandato del Real Decreto de 1976 por el que se reconoce para todo el Estado español a la Sección Filológica del Institut d’Estudis Catalans como la autoridad lingüística para la lengua catalana, se centra en una labor que creo que merece la pena destacar.

Actualmente nuestros trabajos principales en curso son:

  1. La segunda edición del Diccionari de la llengua catalana.
  2. La Gramàtica de la llengua catalana, que cuenta con trabajos previos de gran importancia en la fonología, la morfología y la sintaxis. Tanto el Diccionari como la Gramàtica son la renovación y la puesta al día del diccionario y la gramática elaborados a principios del siglo xx bajo la dirección de Pompeu Fabra.
  3. Se ha editado ya el Nomenclàtor oficial de la toponímia major de Catalunya, que recoge cerca de 50 000 topónimos, aunque se ocupe solamente de la toponimia mayor. Queda así fijada la normativa de los nombres de los municipios y los núcleos urbanos.
  4. También se ha editado el II volumen del Atles lingüístic del domini català, obra magna, que incluye la fonética, la morfología, la sintaxis y el léxico de todos los territorios de lengua catalana, sin exceptuar ni Andorra, ni Alguer (Italia) ni la Cataluña del Estado francés.
  5. Está en curso de edición el Glossarium Mediae Latinitatis Cataloniae, un diccionario histórico del latín catalán o del catalán preliterario.
  6. Contamos con un Observatorio de neología, que anualmente edita las formas nuevas más recurrentes, tanto en la escritura como en la oralidad.
  7. Muy especial es el proyecto ya avanzado del Diccionari del Català Contemporani, con más de cincuenta millones de entradas, cuyas fuentes son literarias y no literarias. Una iniciativa ingente y peculiar, que, como todas, se elabora a partir de los métodos más cualificados de la lingüística, de la lexicología y de la lexicografía.

Quiero subrayar que la Academia de la Lengua Catalana trabaja sin concesiones de ningún tipo a ideologías románticas ni a cuestiones estrictamente políticas.

Mi intención en esa breve exposición es precisar que no importa tanto a la sociedad catalanoparlante que su lengua sea un idioma pequeño. No se pretenden objetivos irracionales, ni ser aquello que no se es, o no se puede ser en el mundo abierto a la mundialización del siglo xxi.

No se trata, pues, de restar o de negar, sino de sumar y afirmar, y de reforzar un patrimonio mediante el cual no ha habido ni hay barreras para la expresión en cualquier registro, sobre cualquier materia y a cualquier nivel.

De la Academia de la lengua Catalana depende el Centro de Terminología de Cataluña (TERMCAT), que, debo declarar inmodestamente, que es ejemplar y que de hecho sirve de modelo para otros centros con fines semejantes que se ocupan de otras lenguas.

El TERMCAT es una muestra inequívoca de la consciencia de la comunidad catalanoparlante de que hay que abrirse a horizontes de futuro. El castellano y el inglés, fundamentalmente, ocupan un lugar predominante, como lenguas francas sobre todo para intercomunicación en el mundo de la ciencia y de la tecnología. El catalán lo tiene en cuenta. Los numerosos vocabularios y diccionarios especializados de todas las áreas del conocimiento remiten indefectiblemente al español, el inglés, el alemán, el francés y el italiano. Y no descuidamos la influencia que ya es notable de otras lenguas de las nuevas migraciones. Hoy valoramos particularmente la importancia de esos idiomas que se han sumado vertiginosamente a la convivencia plurilingüe con el catalán.

Informo a todos ustedes que pueden entrar en la página web de la Academia de la Lengua Catalana: http://www.iecat.net/, donde encontrarán en línea una base de datos de gramática, lexicografía, dialectología, sociolingüística, etcétera muy importante. La Academia incluso mantiene vía Internet un foro interactivo, donde se discuten cuestiones lingüísticas con profesionales.

En definitiva, la lengua catalana no es ninguna invención gratuita. No responde a la voluntad de crear artificialmente un idioma que satisfaga a una comunidad que se retrae de modo excluyente.

La lengua catalana es un idioma milenario. No ha dependido ni depende de los regímenes políticos. Nunca en su historia ha tenido solución de continuidad. Desde el siglo xv cuenta con una producción que es reflejo de una lengua consolidada y codificada en todos sus niveles, y sus soluciones son muestra de hibridaciones por contactos con muchísimas lenguas a través de esa extensa historia: latinismos, germanismos, arabismos, galicismos, italianismos, castellanismos, etcétera, por no hablar de los substratos prerromanos. A su vez, encontramos catalanismos en el griego, en el castellano, en el italiano, en el francés, etcétera.

La lengua catalana es un idioma pequeño, pero con los instrumentos y las infraestructuras propios de los grandes.

En nuestros días, desde la Academia de la Lengua Catalana, en colaboración sobre todo con las universidades, se ha actualizado su trabajo de normativización y se sigue la labor de estudio, análisis y descripción a partir del mayor rigor científico. Eso es lo que realmente nos importa y nos ocupa.

Somos conscientes de que la lengua catalana, siguiendo en ese sentido su propia historia, debe ser una lengua de apertura, de encuentros, de convivencia, en un siglo caracterizado por el proceso de globalización, con las nuevas autopistas cibernéticas de la información y el conocimiento, en los que el inglés tiene un papel predominante; con las nuevas migraciones que  hacen aún más plurilingüe la realidad; con el proyecto de la Unión Europea.

Permítanme que concluya transmitiéndoles una noticia altamente esperanzadora que me han comunicado desde España esta mañana: La Unión Europea ha dado entrada en su seno como lenguas oficiales a las tres del Estado español: el gallego, el euskera y el catalán. Nos debemos felicitar por ello.

Muchas gracias.