Jorge Obeid

Discurso de clausuraJorge Obeid
Gobernador de Santa Fe

Queridos compatriotas colombianos;
queridos compatriotas españoles;
queridos visitantes iberoamericanos;
queridos colegas académicos;
queridos colegas escritores y periodistas;
señoras y señores:

Señora presidenta honoraria del Tercer Congreso Internacional de la Lengua Española, senadora Cristina Fernández de Kirchner; señor ministro de Educación de la Nación, licenciado Daniel Filmus; señor intendente de la ciudad de Rosario, ingeniero Miguel Lifschitz; señora subsecretaria de Cultura, licenciada Magdalena Faillace; señor director de la Real Academia Española, señor presidente de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia; señor director del Instituto Cervantes, doctor César Antonio Molina; querido Negro Fontanarrosa:

Permítaseme también la justa mención a una persona que no está arriba de este escenario. En rigor de verdad, nunca quiere ocupar escenarios, pero es alguien que trabajó incansablemente para la realización de este Congreso con una sola motivación: su gran amor por la ciudad de Rosario. Me refiero a la señora vicegobernadora, arquitecta María Eugenia Bielsa.

Como gobernador de la provincia de Santa Fe, quiero expresar nuestra felicidad y orgullo por haber sido protagonistas de este Tercer Congreso Internacional de la Lengua Española. Sin ninguna duda este ha sido el acontecimiento cultural más trascendente que ha vivido nuestra provincia en muchos años y puso a prueba la capacidad de nuestra gente y nuestro compromiso con un tema de política cultural de orden mundial.

Todavía resuenan en este teatro las brillantes palabras que don Carlos Fuentes pronunciaba hace cuatro días en el acto de apertura de este Congreso: «La lengua —decía— nos permite pensar y actuar fuera de los espacios cerrados de las ideologías políticas o de los gobiernos despóticos. La palabra actual del mundo hispano es democrática o no es. Sin lenguaje no hay progreso, progreso en un sentido profundo, el progreso socializante del quehacer humano, el progreso solidario del simple hecho de estar en el mundo y saber que no estamos solos, sino acompañados».

Mucho se viene discutiendo desde el campo de la filosofía, de la sicología, y de la biología acerca de los mecanismos que llevan a la formación de la conciencia en el ser humano. Cada vez se consolida más la teoría según la cual no es la conciencia la que genera el pensamiento y por ende el lenguaje sino que es a la inversa. Ese lenguaje es el que estructura el pensamiento. El lenguaje fue el gran diferenciador del hombre respecto al resto de los seres vivientes. El lenguaje articulado y gramatical permite la aparición de procesos mentales como la autoconciencia y la introspección. El animal imagina pero al no tener lenguaje no puede escapar de un eterno presente. Es el lenguaje el que nos da tiempo de verbo, y a partir de allí nace la idea del pasado, el presente y el futuro.

En estos tiempos signados por la globalización pareciera que la identidad queda relegada a un segundo plano. Sin embargo, esta circunstancia aparentemente contradictoria debe resolverse a través del fortalecimiento de esa identidad. Debemos reencontrarnos con nuestra propia historia. Debemos resolver el viejo problema de lograr la unidad en la diversidad. En este sentido, la lengua como instrumento esencial de la comunicación debe constituir el código unificador. Este código debe ser patrimonio de todos. La marginación educativa impide a muchos acceder al uso adecuado de la lengua. Es decir, la identidad lingüística también constituye un problema de justicia social.

La identidad, se afianza en el diálogo y la búsqueda del consenso entre los que comparten una misma tradición, similar vocabulario e idéntica cultura.

Como hispanohablantes tenemos el privilegio de compartir con disímiles culturas nuestra lengua. Podemos recorrer Iberoamérica, atravesando todas las geografías, pero siempre con el mismo idioma: argentinos, bolivianos, chilenos, colombianos, costarricenses, cubanos, dominicanos, ecuatorianos, españoles, filipinos, guatemaltecos, hondureños, mexicanos, nicaragüenses, panameños, paraguayos, peruanos, portorriqueños, salvadoreños, uruguayos y venezolanos. No hay motivo para que no recorramos juntos el sendero de la ñ, que nos lleva a transitar el ancho camino de la diversidad.

También nos toca a los gobiernos asumir políticas de estado dirigidas hacia la integración y la convivencia cultural. Los grandes temas actuales, tradicionalmente considerados bajo la amplia condición de sociales o políticos, tienen base cultural y afianzan sus raíces en los orígenes de nuestras comunidades.

Las provincias y municipios deben rescatar sus pequeñas historias de inmigrantes, de sus instituciones, de sus leyendas, de sus viejas familias, de los héroes populares, para fundar, con este bagaje, lazos fraternos.

Nuestra tierra chica tiene aquí en su historia dos acontecimientos especiales. Al primero de ellos hacía hace unos instantes mención el director del Instituto Cervantes. Me refiero al asentamiento ubicado en Puerto Gaboto que fuera el fuerte Sancti Spiritu, lugar donde se produjo el primer asentamiento español en el río de la Plata y el primer encuentro entre españoles y argentinos. En ese primer encuentro se sembró el trigo y se habló español por primera vez en el territorio que después sería la Argentina.

Más tarde, bajo la consigna de abrir puertas a la tierra, en 1573, se produce al mando de Juan de Garay la fundación de la ciudad de Santa Fe en el sitio ahora denominado Cayastá, que guarda los restos de la primera ciudad urbanizada del Río de la Plata y sus primeros habitantes. Hoy contamos entre nuestras principales acciones de política cultural el proyecto de declaración de las ruinas de Santa Fe la Vieja como Patrimonio de la Humanidad.

Esperamos que los visitantes se lleven de esta provincia el recuerdo más grato, porque conocieron a su gente, sus paisajes y su cultura, valores que estamos orgullosos de mostrar, al igual que el fruto de nuestras universidades y centros de investigación, que son la cuna de profesionales, científicos y artistas que recorren el mundo con sus saberes y sus habilidades.

El hecho de que hoy, nueve de los ciento sesenta ponentes en este Tercer Congreso sean de nuestra tierra santafesina es también un motivo de orgullo. La fertilidad de esta tierra es pródiga en hacedores de cultura y la generosidad de las Academias lo tuvieron en cuenta en su difícil tarea de seleccionar a los expositores de tantos países.

El contacto directo con tan distinguidos escritores, lingüistas, filólogos, es un privilegio para el pueblo de la ciudad de Rosario y la provincia de Santa Fe. Este fenómeno ya es parte de nuestra historia y hemos crecido con la experiencia. El cierre de este Tercer Congreso no es una meta para nosotros, sino el punto de partida de un nuevo camino en el cual afrontaremos otros desafíos que se nos brindarán al transitar este nuevo perfil cultural de nuestra región.

Queremos expresar nuestra satisfacción porque las actividades no se remitieron solamente al rigor académico de su programación sino que se proyectaron al resto de la provincia con la participación de sus más importantes protagonistas en la ciudad de Santa Fe y otras ciudades del interior.

Zacatecas, Valladolid, Rosario. Nuestro nombre ya está en la historia. El nombre de nuestra provincia de Santa Fe y el de esta querida ciudad de Rosario figurarán en los antecedentes de esta iniciativa exitosa que es la realización trienal de este encuentro.

Quiero, finalmente, hacer explícito nuestro agradecimiento a quienes contribuyeron a elegir un sitio de nuestra provincia para celebrar el Tercer Congreso de la Lengua Española.

A las autoridades del Gobierno español, que se comprometieron con esta causa íntegramente a través de varios de sus ministerios y organismos especializados. A la Real Academia Española. Al Instituto Cervantes. A la Asociación de Academias de la Lengua Española. Gracias por su esfuerzo a los miembros de la Comisión Organizadora Nacional en la persona de su presidenta honoraria, Cristina Fernández de Kirchner. Gracias a las personas y empresas que ayudaron a sostener económicamente este histórico acontecimiento y sus diversas manifestaciones culturales. Gracias a los empresarios rosarinos y, en especial, a la Bolsa de Comercio de Rosario.

Gracias a los que otorgaron un brillo especial a este Congreso. Para que ese brillo no se apague, nuestra lengua tiene le palabra.