Encuentro con Leopoldo Lugones César Vargas
Poeta (Córdoba, Argentina)

En el año 1897, Leopoldo Lugones (Villa de María del Río Seco, Córdoba 1874 - El Tigre, Provincia de Buenos Aires, 1938), con tan solo veintitrés años de edad, publica su primer libro: Las montañas del oro. Prosa poética de una extrema densidad lingüística en la que a pesar de su juventud, el autor hace gala de una erudición notable y un manejo profundo de la lengua española. No habían llegado aún las vibraciones modernas del surrealismo y las vanguardias, y sin embargo Lugones ya mostraba, en su primera aparición literaria, notas extremadamente modernas para la época; pensemos por ejemplo en imágenes como «los brazos de la Muerte, largos como una vajilla astronómica» o «los suspiros caminantes bajo lúgubres paraguas hiperbólicos» del poema «El viento» donde se aprecia el profundo manejo del lenguaje en los comienzo de su vida literaria.

En 1905 aparece Los crepúsculos del jardín, libro eminentemente de corte modernista, movimiento literario al que Lugones no sólo pertenece sino en el que está, junto con Rubén Darío, señalado como uno de los fundadores y principales autores. La importancia del modernismo en la literatura reside en haber sido un movimiento estrictamente de origen americano que tuvo implicancias directas en la renovación del lenguaje poético en español.

Como bien dice Octavio Paz en Cuadrivio (1965): «La importancia del modernismo es doble: por una parte dio cuatro o cinco poetas que reanudan  la gran tradición hispánica , rota o detenida al finalizar el siglo xvii; por la otra, al abrir puertas y ventanas, reanimó al idioma». Su musicalidad, la vastedad del léxico y la precisión rítmica y variada en el aspecto formal constituyen un aporte de gran magnitud para la literatura hispanoamericana.

De todas maneras, Leopoldo Lugones no debería ser solamente recordado como un autor modernista ya que, a medida que avanzamos en la lectura de su obra literaria, podemos darnos cuenta de la amplitud y manejo de un espectro variado y rico en el contexto de su época. Sus imágenes poéticas, que tanto deslumbraron a un joven Jorge Luis Borges, siguen deslumbrándonos hoy con la misma frescura y fuerza que tuvieron entonces.

Creemos advertir que Lugones, realizó, a lo largo de su obra, un camino desde la complejidad y cierto «barroquismo» del verso hacia la sencillez y el despojamiento que se muestra en su último libro Romances del Río Seco. Lenguaje limpio, esencial, de tono a veces humorístico y con una influencia directa de la copla española. Lenguaje cercano al habla popular y criolla del ámbito de su lugar de nacimiento.

… Marchaba el hombre en su mula
Que había elegido por buena.
Ya iba a ser la medianoche,
Noche estrellada y serena.

En aquella soledad
Y aquel silencio profundo,
Reinaba la paz del cielo
Sobre los sueños del mundo.

Caía el frescor del sereno
Como una felicidad,
Y en la luz de las estrellas
Miraba la eternidad…

(«La viuda», de Romances del Río Seco)

En este mismo sentido, el poema «Romance del rey de Persia» del libro Romancero (1924), donde el tono español es más explícito, da cuenta al final del valor que el autor le otorga al saber popular y sapiencial de la copla, verso de arte menor con profunda raigambre en el habla popular:

… Cuando en el hondo silencio
De aquel instante fatal
Desde un sendero remoto
Se oye una copla llegar,
Un canto de amor y pena,
Perdido en la soledad.
Algún pastor invisible
Lo iba entonando quizás.
Y aunque era fútil la copla,
Y monótono el refrán,
Qué bien que el pastor cantaba
Lo que sabía cantar…

Lugones, entonces, creemos que ha sido uno de los autores más importantes en la literatura hispanoamericana en cuanto ha podido transitar por diversos caminos del lenguaje literario: desde lo más refinado y exótico hasta lo más simple y sencillo sin dejar de ser profundo.

El libro de los paisajes (1917) revela la amalgama del mundo interior del poeta junto al paisaje exterior propiamente dicho. Es un libro donde la sencillez está a su vez mezclada con cierta complejidad lingüística. «Salmo pluvial»  junto a «Olas grises», «El hornero», «La cotorra» y otros poemas de este libro permanecen desde hace tiempo en la memoria literaria argentina de una manera entrañable. La aliteración culta (Tritura el vidrio del trino) que plasma Lugones en el poema de «El jilguero» denota no solamente su poder de observación y escucha atenta al mundo rural que lo envuelve, sino también la manera de verter esa experiencia desde la creación poética utilizando los tropos y figuras en su sentido más preciso:

El jilguero

En la llama del verano,
Que ondula con los trigales,
Sus regocijos triunfales
Canta el jilguerillo ufano.

Canta, y al son peregrino
De su garganta amarilla,
Trigo nuevo de la trilla
Tritura el vidrio del trino.

Y con repentino vuelo
Que lo arrebata, canoro,
Como una pavesa de oro
Cruza la gloria del cielo.

Lo mismo podría decirse de este bello poema:

La cotorra

Sobre el gajo trunco de un árbol en ruinas
Cuando es más pesada la solar modorra,
En la inmensa carga del nido de espinas,
Su flámula verde pone la cotorra.

Con alborotadas desafinaciones,
llega propalando sus charlas burlescas;
Y como en el nido tiene ya pichones,
Le cierra la boca con ramitas frescas.

Allá se adormila con vago meneo,
O algún divertido palitroque labra;
Y en la somnolencia de su cuchicheo,
Se entrecorta un eco que casi es palabra.

En «Salmo pluvial» la unidad del poema está dada por la sensación interna del poeta y la percepción objetiva del paisaje:

Salmo pluvial

Tormenta

Érase una caverna de agua sombría el cielo;
El trueno, a la distancia, rodaba su peñón;
Y una remota brisa de conturbado vuelo,
Se acidulaba en tenue frescura de limón.

Como caliente polen exhaló el campo seco
Un relente de trébol lo que empezó a llover.
Bajo la lenta sombra, colgada en denso fleco,
Se vio el cardal con vívidos azules florecer.

Una fulmínea verga rompió el aire al soslayo;
Sobre la tierra atónita cruzó un pavor mortal,
Y el firmamento entero se derrumbó en un rayo,
Como un inmenso techo de hierro y de cristal.

Lluvia

Y un mimbreral vibrante fue el chubasco resuelto
Que plantaba sus líquidas varillas al trasluz,
O en pajonales de agua se espesaba revuelto,
Descerrajando al paso su pródigo arcabuz.
Saltó la alegre lluvia por taludes y cauces;
Descolgó del tejado sonoro caracol;
Y luego, allá a lo lejos, se desnudó en los sauces,
Transparente y dorada bajo un rayo de sol.

Calma

Delicias de los árboles que abrevó el aguacero.
Delicia de los gárrulos raudales en desliz.
Cristalina delicia del trino del jilguero.
Delicia serenísima de la tarde feliz.

Plenitud

El cerro azul estaba fragante de romero,
Y en los profundos campos silbaba la perdiz.

Mención aparte merece Lunario sentimental (1909), libro dedicado completamente a la luna como bien lo aclara Lugones al final del prólogo:

Un libro entero dedicado a la luna… ¿Existía en el mundo empresa más pura y ardua que la de cantar a la luna por venganza de la vida? Digna sea ella, entonces, de mi maestro Don Quijote, que tiene al astro entre sus preseas, por haber vencido en combate singular al Caballero de la Blanca Luna…

Dicho prólogo constituye en la obra poética de Lugones una referencia importantísima desde el punto de vista teórico ya que Lugones exalta en él la utilización del verso libre, la rima y la metáfora sin menoscabar el verso clásico:

El verso al cual denominamos libre, y que desde luego no es el blanco o sin rima, llamado tal por los retóricos españoles, atiende principalmente al conjunto armónico de la estrofa, subordinándole el ritmo de cada miembro, y pretendiendo que así resulta aquella más variada…

Esto contribuye, asimismo, a la mayor riqueza de la rima, elemento esencial en el verso moderno, que con él reemplazó el ritmo estricto del verso antiguo… Por esto, la justificación de todo ensayo de verso libre está en el buen manejo de excelentes versos clásicos cuyo dominio comporte el derecho a efectuar innovaciones. Este es un caso de honradez elemental.

Hay que realzar, entonces, con méritos positivos, el verso libre, para darle, entre los otros, ciudadanía natural; y nada tan eficaz a este fin como la rima variada y hermosa.

Nótese que la edición de Lunario sentimental es del año 1909, y la moderna innovación que propulsa Lugones con el verso libre constituye un parámetro decisivo en las creaciones poéticas ulteriores.

Junto a la obra poética, Lugones se destacó asimismo en la narrativa y el ensayo. Los cuentos de Las fuerzas extrañas (1906), donde el autor ahonda en el fantástico literario y la literatura pseudocientífica, son indudables piezas clásicas de la literatura regional que siguen teniendo frescura y vigencia. El aspecto político que deja entrever Lugones a partir de sus escritos, particularmente su discurso La hora de la espada, en 1924, con motivo del aniversario de la batalla de Ayacucho, merece también un comentario: sin duda, sus ideas y opiniones confluyeron con los acontecimientos históricos que en la República Argentina interrumpieron el proceso democrático en 1930. Pero así como Lugones no puede encerrarse solamente en el movimiento literario modernista, tampoco puede reducirse su pensamiento a sus ideas, cercanas a un nacionalismo totalitario en los últimos años de su vida. Creemos que el aporte que ha permanecido en el tiempo y que sigue siendo fecundo es verdaderamente su literatura y en particular su poesía. La riqueza de la lengua española se expresa a través de la palabra de uno de sus grandes maestros.