El rol del lenguaje en la nueva era de la exponencialidad, su impacto en la educación y el emprendedurismoPablo Aristizábal
Profesor concursado en dos cátedras de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires

La misión principal de la escuela es hacer que los alumnos den sentido a lo que aprenden, para así aprender a darle sentido a la vida.

Pablo Aristizabal

Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.

Ludwig Wittgenstein

Dime qué educación promueves hoy en los niños y te diré qué país tendremos.

Pablo Aristizabal

Resumen

Vivimos en un mundo donde el cambio es la única constante, nos enfrentamos a desafíos como nunca antes ocurrieron en la humanidad, los científicos han calculado que en los próximos 20 años veremos más cambios que en los últimos 2000 años. Sin embargo, cuando nos detenemos a observar los procesos que ocurren dentro de las instituciones que dan forma a las naciones, nos encontramos que se siguen parando sobre los mismos parámetros de un mundo que ya está extinguido. En esta nueva Sociedad del Conocimiento, donde estamos atravesados por la cultura digital, por la exponencialidad, por los cambios en la empleabilidad, donde la relación de dependencia se está transformando en tramas de relación de independencia, donde la inteligencia artificial y la tecnología ya están reemplazando puestos y actividades que siempre fueron potestad de lo humano, ¿cuán preparados estamos para estos cambios? ¿Cuánto lo están nuestros hijos y las nuevas generaciones que estamos formando? ¿Qué rol ocupa el lenguaje en este proceso de transición, donde lo visual, la inmediatez y el hipervínculo nos rigen? ¿Qué pasa con los chicos que además abandonan el sistema educativo? ¿Será sólo por razones económicas o en verdad ellos están viendo algo que nosotros no?

Mucho se habla de cambiar la educación, de ajustarse a modelos que funcionan en el mundo, pero qué tal si la respuesta fuera más disruptiva. Si estuviera en crear una nueva educación, una donde los alumnos no solo aprendan contenido, sino que se forjen, que puedan desplegar su potencial de ser a partir de desplegar el lenguaje, que puedan adquirir las habilidades que demanda este nuevo mundo, donde el futuro ya llegó, para quedarse.

El emprendedurismo: un espíritu forjado a partir del lenguaje

Quiero agradecer a los organizadores del octavo Congreso Internacional de la Lengua y a Córdoba, me siento honrado de ser parte de esta mesa donde conversaremos sobre la competitividad del español como lengua para la innovación y el emprendimiento, y así poder contarles mi vínculo entre la academia, entre el ser y el estar emprendedor, la innovación, el lenguaje y la sociedad digital en la que estamos escribiendo nuestros primeros palotes, donde todo lo que charlemos es una conversación viva que evoluciona día a día y hace de todas las verdades una verdad líquida.

Retomando al gran Roberto Fontanarrosa, que en el Congreso de la Lengua 2004 dijo «un congreso de la lengua es un lugar apropiado para plantearse preguntas», nos pregunto:

¿Las naciones de habla hispana promueven un espíritu emprendedor?

¿La gramática de la lengua española promueve las habilidades del siglo xxi?

¿La sociedad digital del conocimiento está hoy dominada por la lengua inglesa?

¿Qué podemos hacer en nuestras escuelas para forjar y formar espíritus emprendedores que creen valor, que se piensen de manera globalizada?

Vengo de una familia industrial, mi padre emprendió la construcción de una de las empresa más importantes que haya tenido la Argentina en tecnología de telecomunicaciones.

Los giros y tramas que da la vida hiicieron que, después de estudiar tecnología en la escuela técnica secundaria, complementara mis estudios de grado en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

Ya siendo alumno de la FCE UBA intuía que me daban herramientas para administrar riqueza pero no para generarla. Era una intuición, no era una conciencia acabada, ni un conocimiento, era un sentimiento de incomodidad… que no promovía desplegar mi potencial de ser.

Al mismo tiempo sentí otra incomodidad, que a mi nueva formación económica algo le estaba faltando, no estaba pudiendo conectar y comprender de la mejor manera al otro y la otredad, fue ahí que decidí lo que terminó siendo mi hobby profesional, «la filosofía», e ingresé a la escuela de pensamiento contemporáneo que creó el filósofo Luis Jalfen.

Desde ese día a hoy, seguí su precepto… «ya nunca dejarás de ser alumno y la paradoja es que deberás buscar al pensador que hay en ti».

Apenas de haber finalizado la carrera en la facultad y siendo ayudante de cátedra, se abre el primer concurso luego de la dictadura, me presento y desde hace 3 décadas soy profesor concursado. A los pocos años de ser profesor de la FCE le propuse a la Universidad de Buenos Aires que me permitiera crear una nueva cátedra, a la que le puse como nombre «Emprendedor 21» .

Entendía que podía haber muchos otros alumnos que necesitaban, además de las herramientas para administrar la riqueza, la capacidad de crear valor, riqueza redistributiva, y sentir que emprender es más que ser mi propio jefe o un empleador, porque los emprendedores son potenciadores de sueños de cientos de miles de personas.

Justamente por eso le puse un nombre a la materia que interpelara a los alumnos. No propuse que el nombre de la cátedra fuera «Emprendimiento», sino que la llamé «Emprendedor 21». El mensaje era: la herramienta sos vos, la más importante para generar riqueza. Son ustedes, los estudiantes.

Entonces me empezaban a preguntar si el emprendedor nace o se hace… y les contestaba que ninguna de las dos… que acontece en el arrojo.

Me preguntaban sobre el emprendedurismo y les explicaba que es un espíritu y, como tal, se forja y se forma… que a emprender se aprende emprendiendo y que por lo tanto es un aprendizaje performativo. Y les mencionaba a Aristóteles cuando en Ética a Nicómaco le decía: «rezando, hijo mío, se aprende a rezar, emprendiendo, hijo mío, se aprende a emprender…».

Me preguntaban por qué la tasa de mortalidad de emprendimientos en los primeros tres años de vida es del orden del 80 %… y les respondía la importancia de tener habilidades como la resiliencia —palabra ligada de manera indisoluble a la autenticidad—, la perseverancia, el arrojo, la capacidad de pasar de ver a mirar, a observar, de oír a escuchar, que los mercados son conversaciones y que conversar es el arte de escuchar, de la importancia de la empatía, de la escucha activa, de tener un pensamiento crítico (dudar), pensamiento divergente (problematizar), un pensamiento deductivo (explorar), un pensamiento inductivo (extraer nuevas conclusiones ), un pensamiento abstracto (salir de uno mismo), un pensamiento creador (imaginar nuevas ideas que cambien el mundo, su mundo).

Que emprender es un barco que parte, que siempre llega, pero casi nunca al puerto soñado; algunas veces arriba a uno muy semejante, otras a uno muy distinto, llegar a buen puerto es llegar a algún puerto.

Que para emprender se necesitaba tener una idea, un sentido, un propósito, y que, como nos decía Séneca, «ningún viento es bueno si no sabemos adónde ir», y ahí reside la potencia de tener una idea auténtica para construir sostenidamente.

Los emprendedores «en verdad» son protagonistas del hacer, no del parecer, crean espacios para compartir, por eso lideran y no sólo gestionan. Este temple tampoco será un lugar atractivo para todos; esa mística sólo está reservada para los jóvenes de espíritu, aquellos que abordan la vida con audacia, con pasión. Aquel que no hace sólo transporta la luz impropia; crear es generar luz, iluminándose e iluminando a otros.

Durante este derrotero académico afloraba mi propio espíritu emprendedor, muchos emprendimientos pasaron bajo el puente hasta llegar al último que estoy liderando desde los últimos 20 años, brindando soluciones de educación en línea, la hoy llamada industria «Edtech» (Educación y Tecnología), con la alegría de que decenas de millones de niños, jóvenes, adultos han utilizado nuestros contenidos escolares… para ser más precisos, unos 300 millones han usado algunas de nuestras propuestas como Aula365 o Educatina.

Los pilares de la educación

Trabajamos mucho respecto a las nuevas formas de enseñar y aprender, profundizamos sobre pedagogías, metodologías, didácticas, su evolución, su ligazón con la época… desde el español Juan Luis Vives (humanista del año 1500 que pensaba cómo formar un hombre virtuoso), Vygotsky (aprendizaje sociocultural), Jean Piaget (constructivismo), María Montessori (aprendizaje comunitario), Paulo Freire (problemas pertinentes), Pierre Faure (aprendizaje personalizado)… y tantos otros, buscando correr velos acerca de cómo aprendemos los humanos, cómo aprenden las máquinas, cómo van a aprender nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

Hoy puedo decirles que la educación tiene como mínimo 7 pilares: «aprender a ser» (esencia), «aprender a vivir juntos» (convivencia), «aprender a conocer» (saberes para pararnos en hombros de gigantes), «aprender a hacer» (experiencias), «aprender a aprender» (plasticidad), «aprender a aumentar» (potencia) y «aprender a crear» (imaginación).

De ahí mi idea de que tenemos que pasar de un aprendizaje repetitivo, que, más que formación, da forma, a un aprendizaje personalizado, autónomo, creador.

Al que he dado en llamar «aprender creando», en inglés sería learning by building, como un paso más allá del «aprender haciendo», en inglés learning by doing, este aprender construyendo, donde no sólo se repita, no sólo se haga, sino que se diseñe, se propongan ideas que desde lo inmanifiesto viajan a lo manifiesto… donde la máxima construcción es, a la postre, ser auténticamente uno mismo.

Entonces el lugar adonde ir, el norte, es que el niño crea en sí mismo, cree y desarrolle su talento y despliegue su potencial de ser.

Los desafíos del idioma español y de la educación en un mundo globalizado

Hemos hablado del emprender y del aprendizaje, en un mundo totalmente cambiante, disruptivo, donde acechan a favor y en contra la IA (Inteligencia Artificial), el machine learning, donde pasamos de una trama de relación de dependencia a una trama de relación de independencia, donde alfabetizar en habilidades cognitivas superiores es no relegar a nuestros niños a que sean «los próximos caballos de la Inteligencia Artificial…».

Innovar viene del latín innovare y sus componentes léxicos son el prefijo in- (introducir) novus (nuevo), introducir algo nuevo; ahora ya saben qué es innovar… lo pueden describir, entender, y les pregunto: ¿eso los hace innovadores? Nuevamente nos enfrentamos a un aprendizaje personalizado y performativo.

De las innovaciones acontecen nuevas formas culturales (usos y costumbres) que, a su vez, traen nuevas palabras… y eso nos exige un lenguaje que las contenga, que las represente, que las signifique.

Hemos llegado al lenguaje, y sabemos que el diccionario de la RAE contiene unas noventa mil palabras y que el léxico de la lengua puede ser aproximadamente un 30 % más de palabras, lo que nos da un total aprox de ciento quince mil palabras; dentro de lo que llamamos léxico manejamos el léxico pasivo (con el que entendemos y comprendemos aunque no lo usemos) y el léxico activo (el que usamos para hablar y escribir) . En esta sala la mayoría de ustedes, entre léxico activo y pasivo, manejan de unas cuarenta a sesenta mil palabras.

El Quijote contiene veintidós mil palabras y el 50 % de las mismas se repite una sola vez. La Divina comedia contiene doce mil quinientas palabras.

Estudios demuestran que un nivel socioeconómico bajo impacta en el vocabulario, el desarrollo lingüístico, el desarrollo neuro-cognitivo y la comprensión lectora.

Treinta millones de palabras menos oyeron en sus primeros cuatro años los niños de nivel socioeconómico bajo respecto de los niños de nivel socioeconómico alto.

Un niño de dos años maneja aproximadamente cien palabras entre léxico activo y pasivo, un joven sin estudios secundarios dos mil quinientas palabras, un mínimo ciudadano medio diez mil palabras, y estudios indican que para comprender un periódico son necesarias aproximadamente unas cuatro mil palabras. Estos datos son coincidentes cuando aprendemos una segunda lengua, dado que se requieren diez mil palabras para ser capaz de expresarse como un nativo.

Una de las nuevas preguntas que tenemos que hacernos es que lean, o qué leen, y, es mi manera de ver, leyendo literatura donde no sólo vamos a incorporar un léxico no anabolizado por las imágenes, más importante: forjamos al unísono la imaginación.

Sin lenguaje se favorece y consolida una nueva manera de esclavitud, sin lenguaje uno deja de verse a uno mismo, al otro, la otredad, el lenguaje no sólo nos une, nos hace más humanos, pero lo más impactante de todo lo que les he relatado es que para innovar, para emprender, para observar, para comprender se necesita mucho más que las habilidades cognitivas básicas: leer, operaciones básicas matemáticas (aquellas que nos alfabetizaron y nos operativizan, que nos hicieron competitivos y ser parte de la revolución industrial; ahora tenemos que sumar habilidades cognitivas superiores como las que les relaté de pensamiento: crítico, divergente, deductivo, inductivo, abstracto, creativo… pero además tenemos que sumar las habilidades socioemocionales que también mencioné, como la resiliencia, la perseverancia, la curiosidad, el arrojo, el liderazgo, la empatía…y existe una dialéctica entre las habilidades cognitivas superiores y las habilidades socioemocionales; pero además tenemos que sumar las habilidades tecnológicas para poder aprender a aumentar mi inteligencia biológica con la inteligencia artificial, lo que da como resultante una inteligencia aumentada, pero ¿para quiénes? Para unos pocos, muy poquitos.

Inicié la charla con una serie de preguntas, la última de ellas es: ¿Qué podemos hacer con la educación, la escuela? Y mi respuesta es: todo y nada, el gran desafío que tiene el idioma español y todas las naciones que componen la comunidad hispanohablante es construir una escuela que incluya al 100 % de niños para que sean auténticos, autónomos, que puedan construir un propósito, que sean transformadores, protagonistas del hacer y del crear, que le den sentido a su vida, y lográndolo acontecerá una verdadera cohesión social.

En síntesis:

«La misión principal de la escuela es hacer que los alumnos den sentido a lo que aprenden, para así aprender a darle sentido a la vida».

Referencias bibliográficas